sábado, 5 de enero de 2013

Argumento general de los culebrones (con pequeñas variaciones entre uno y otro):



 Chica pobre, guapísima pero tonta con ganas se enamora de un hombre rico, atractivo y poderoso con el que se cruza casualmente. Él, por supuesto, también se enamora de ella, pero ya está prometido con otra mujer, la típica trepa, fashion victim (con pinta de putilla, todo hay que decirlo) y retorcida que sólo le quiere por el dinero, pero él piensa que está loca por él, porque claro, es un empresario de gran nivel y un triunfador.
La chica pobre se resigna porque no puede estar con el hombre rico, pero este sigue dándole por culo e intentando besarla a pesar de que se va a casar en breves con la putilla. Al final se besan, y ya se sella el encantamiento que hace que ninguno de los dos deje de pensar en el otro.
La putilla se da cuenta de que la pobre está enamorada de su “noviesito” e intenta destruirla de todas las maneras posibles. Mientras que todo esto ocurre, el rico intenta llevar doble vida y tener dos novias, una secreta, de la que realmente está enamorado (y es la pobre tonta), y la otra, con la que se va a casar sin quererla.

Hasta aquí todo claro, ¿no?

Luego tenemos historias secundarias como la de los criados de él que también se enamoran entre ellos, o la de la madre de él que ama a la putilla y pretende ayudarla contra la pobre, porque claro, casarse con la putilla será mejor para su estatus social. También encontramos a veces que la putilla suele tener su propio amante, con el que planea matar a su marido tras casarse. Que claro, va de listo y estupendo, pero no se da cuenta de que su mujer es una guarra que sólo le quiere por su dinero.

Volviendo a la pobre tonta, que la hemos dejado un poco olvidada, sigue intentando olvidarse de su galán, pero “¡Oh, diosito!, ¿por qué carajo tuviste que haser que Luis Eduardo Montoya Ferrándes de Todos los Santos aparesiera en mi vida?” (cosa que todas nos preguntamos al ver a Chris Evans, Tom Hiddleston, Christian Bale, etc., pero que no nos quita el sueño como a ella), entonces por supuesto, no le olvida, ya que se pasa el día lamentándose de su terrible fortuna.
La putilla por su parte intenta ahogarla, envenenarla, mandarla a Europa, meterla en la cárcel, matarla, de todo, pero al final no consigue nada, porque por supuesto, EL AMOR SIEMPRE VENSERÁ.

Al final, el galán rico y poderoso (del cual no sabemos por qué es rico, igual es un narco, o exporta chorizos, o tiene una fábrica de consoladores en China, nunca se acaba de saber de dónde sale la fortuna) se deshace de la putilla, que se hunde en la ciénaga más apestosa de toda Sudamérica y termina casi siempre en la cárcel, o pobre y con el rimmel corriendo por sus mejillas mientras maldice a la pobre-tonta-guapa, que se casa con el rico-galán-poderoso, y se convierte en la señora de la casa. Echa a la suegra, por supuesto, porque el marido es un calzonazos, y ella acaba siendo la persona más adorable, amada y presiosa de la historia. El último capítulo suele ser o bien la boda del galán y la ya-no-pobre, o bien unos años más tarde cuando ya tienen sus hijos y son felices y comen perdices.

Hay variaciones, como por ejemplo en cierto culebrón que trataba de tres hermanos pobres que quieren vengarse de tres hermanas ricas pero ¡OH! Casualmente cada uno de ellos se enamora de una de ellas (ninguno coincide con la misma, que raro…) y se acaban casando. Y ese sinfín de opciones que nos ofrecen las telenovelas.

Así que ya saben mijitos, vean telenovelas, si no pueden ver cómo termina siempre sabrán que el amor es la respuesta.

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