lunes, 19 de septiembre de 2011

Salto al vacío

Miré hacia el suelo y me asusté. La distancia era terriblemente exagerada, tenía tanto miedo... Miraba las alas y me preguntaba que cómo podrían aguantar tanto peso, soportar ese lastre en el aire no era una tarea fácil, pero si tantos otros lo han aguantado ¿por qué iba a ser distinto en esta ocasión?

Vi pasar a otro en la distancia, parecía tan ligero, incluso daba la impresión de que lo pasara bien, pero yo no estaba segura de lo que iba a hacer. Llevaba mucho tiempo pensando en que tarde o temprano tendría que volar, pero había llegado antes de lo que creía. El tiempo había pasado muy deprisa y necesitaba un poco de fuerza o de ánimo, algo que me hiciera sentirme segura para dar el último paso, el que me llevara hacia el borde del precipicio y me ayudase a levantarme en el momento de caer.

Aunque el riesgo de estrellarme estaba ahí en una proporción del cincuenta por ciento, me armé de valor y salté. No me acompañaba nadie, no esperaba tener que hacerlo sola, pero los demás se habían ido ya y sólo quedaba yo por salir. Sentí que no les importaba, porque sabían el miedo que tenía y aún así me dejaron la última. Me daba igual, no les vería más, podía conocer a muchos otros, irme muy lejos.

Tenía libertad para hacer lo que quisiera. Y sin darme cuenta, pensando en todo esto, estaba volando. Pero en el momento en el que fui consciente de ello me asusté y empecé a caer en picado. Mis alas no reaccionaban, era como si me hubiese quedado paralizada y en pocos segundos choqué contra el suelo. Tengo miedo... Y duele mucho. No sé si podré volver a mi nido, pero tampoco tengo ganas de intentarlo. Me quedaré aquí un rato, a ver si se acaban el temor y el frío que recorre cada una de mis plumas.
Quizás entonces me decida a intentarlo otra vez.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Balcón, parte 5

-Por favor… Déjame…
-¿Quieres decir tus últimas palabras antes de morir? Mmm… En el pecho, directo al corazón. No sé… No me convence, ¿dónde dispararías tú?
-¡ESTÁS LOCA! DÉJAME IRME, ¡AYUDA!, POR FAVOR, ¡QUIERE MATARME!
-No grites cielo, no te va a servir de nada. Creo que ya lo tengo decidido… En los sesos. Asqueroso, pero rápido. ¿Me das un besito de despedida?
-¡Vete a la mierda, puta! ¡Te cogerán! ¡No sabes a quien vas a matar!
-Sí, sí lo sé, y me encanta. Adiós tesoro, gracias por el polvo, ha sido divertido. Los detalles improvisados del plan son los mejores.
-Eres una zorra.
-Eso dicen todos, tendré que ponerlo en mi tarjeta de visita.
BANG!! (silencio) BANG BANG!
-Más vale prevenir que curar… Igual uno sólo no era suficiente. ¿Cómo limpio ahora este desastre? En fin, ¿dónde tengo el móvil? A ver…
-¿Dígame?
-Soy yo, ya he terminado el trabajo.
-De acuerdo, ven cuanto antes a cobrar. ¿Qué vas a hacer con él?
-Que ¿qué voy a hacer yo con él? No jodas, ven aquí y llévatelo. Manda a alguien, paso de tener un muerto en mi casa.
-De acuerdo, en una hora tienes allí a dos amigos míos.
-Ok. Ya te llamaré para ir a verte. Hasta luego.
Miró el cuerpo con asco, y volvió a aparecer en su cara la misma sonrisa socarrona de la noche anterior. No sabía cómo se sentiría después de haber acabado con él, pero ahora que lo había hecho se encontraba más feliz y relajada de lo que se había encontrado en mucho tiempo. Cogió de nuevo el teléfono y marcó otro número.
-¿Hola?
-Hola cariño soy yo, te he echado de menos. Ya podemos vernos, ¿qué te parece si quedamos?
-Genial, eso es que ya has terminado lo que te encargué, ¿no? ¿Cuándo te pasas por aquí?
-Sí, acabo de hacerlo. Iré cuando quieras, guapa. ¿Te apetece que nos veamos esta noche?
-Claro que sí, lo estoy deseando.
-De acuerdo Lara, estaré allí a las ocho.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Balcón, parte 4

Mientras se dirigía a la zona de la cocina a preparar el desayuno, pensó en la noche que habían pasado. Sí, fue divertido, una manera genial de conseguir lo que quería. Se miró en el espejo de camino. Ya no llevaba el moño, sino unos rizos que le llegaban hasta la cintura, y después de haberse lavado la cara, tampoco llevaba el maquillaje de la noche anterior. Aún así seguía estando guapísima, no necesitaba pintarse como una puerta para llamar la atención, y sonriendo continuó con sus intenciones.
-Aquí tienes el desayuno, cariño.
-Grac… Pero ¿qué haces con eso?
-¿Esto? Es sólo una pistola pequeñita, ¿no querías tostadas? (*)
-Qué… ¿Qué haces? ¿Por qué?
-Porque eres un cabrón, y no soy la única persona que lo piensa. Gracias por esta noche, ¡y por la cena! Pero habría preferido una pizza.
-Deja de bromear, no puedes matarme, sabes que van a buscarme, mi mujer, mis socios…
-Me da más que igual, y ¿sabes qué? Posiblemente, si pudieses verlo, porque no lo verás, estarás muerto, te darías cuenta de que no haces tanta falta como tú crees…
-¿A qué viene eso? Baja la pistola por favor, deja de apuntarme.
-Mmmm… Dónde te hará más daño… ¿En los pulmones? Uf… Es que a mi ver salir sangre por la boca no me gusta nada… Que desagradable…
-Deja que me vaya, por favor… Te juro que te daré lo que quieras, y no diré nada…
-Que nenazas sois todos… ¿Y si te digo que es de plástico? ¿Qué me dirías? ¿Ya no tendrías tanto miedo?
-¿Es falsa? No me jodas, por favor, que susto me has dado…
Paummmmm!! Lanza un disparo al aire.
-¡Uy! Pues creo que no es de mentira… Me han engañado en los chinos. Entonces tendré que matarte, ¿no? Porque ya que te he amenazado… Sería una pena dejarte escapar.
-No, por favor…
-¿Estás llorando cariño? Jajajaja, que penita das…

jueves, 15 de septiembre de 2011

Balcón, parte 3

-Es muy tarde, ¿qué te parece si quedamos mañana?
-No gracias, no me apetece volver a verte. O vienes hoy, o no vuelvas.
No podía dejar que se fuera, esta era la noche, era el momento. Todo iba como había planeado y no podía permitir que se le escapara. Tenía que convencerle como fuese.
-De acuerdo… Nos tomamos la última y me voy, pero una rápida, ¿eh?
Lo había conseguido.
-Sí, sí, no te preocupes. Tu mujer seguirá pensando que estás de reunión. ¿No sospecha nada? No me lo puedo creer, si estás con tres tias cada la semana…
-No exageres, hacía meses que no salía con nadie. De todas formas, si sospecha algo nunca me ha dicho nada. Supongo que estará demasiado acostumbrada a los lujos como para divorciarnos y quedarse en la calle.
-No creo que se quedase en la calle… Te sacaría todo lo posible. ¿Cómo se llamaba? Laura… Paula…
-Lara. Y no me sacaría nada, tenemos separación de bienes. Por eso no le interesa que nos divorciemos… Y a mí me interesa mantener las apariencias.
-Chico listo. Subes entonces, ¿no?
-Claro, pero diez minutos, ni uno más.
-Por supuesto, no querría retenerte más de lo necesario.
Subieron de nuevo a su casa, y mientras él se servía un whisky ella apareció desnuda delante de él.
-¿Qué te parece?
-Que necesitas tomar un poco el sol, por lo demás… Estás incluso mejor que antes.
-Invítame a tu piscina, como en los viejos tiempos. Así quizás coja un poquito de color. ¿No quieres venir a la cama?
-Creo que no pasará nada si tardo media hora más…
Besos, más besos, caricias, y lo que no son caricias. Y pasó la media hora que había dado de plazo. Y otra media, y otra hora… Empezó a amanecer, y los dos juntos en el balcón vieron llegar el día.
-¿Quieres desayunar? ¿Qué le vas a decir a tu señora?
-Me la pela mi señora. Tráeme un par de tostadas y un café.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Balcón, parte 2

-Bonita casa, no la recordaba así.
-Supongo que cinco años cambian las cosas.
-Y tanto… Estás guapísima.
-Gracias, pero creo que no puedo decir lo mismo de ti. Estás hecho un asco. ¿Un whisky?
La conversación siguió. Hablaron del pasado, del presente, e incluso de algunos planes de futuro. Bebían deprisa y jugaban con las palabras mientras estaban sentados en el sofá, cada vez más cerca el uno del otro, y aunque intentase ser fría, él tenía algo que la atraía demasiado. Su mirada, sus grandes manos… Pero nada de eso iba a hacerle cambiar de opinión, aunque quizás podría divertirse un poco más de lo que tenía planeado.
-¿Qué tal tu mujer?
-Gastando dinero, como siempre. No sabe hacer nada más. Pero mientras me deje tranquilo me sobra.
-Tampoco es un problema, ¿no? El negocio te va bien.
-No puedo quejarme, pero no me apetece hablar de nada de eso. He pensado mucho en ti, aunque no lo creas.
-Alguna oportunidad habrás tenido, cinco años dan para mucho.
-No seas rencorosa, sabes que lo nuestro no iba a ningún sitio.
-¿Más whisky?
-¿Por qué no pasamos del whisky y hacemos algo más entretenido?
-No, gracias, ahora no tengo ganas. ¿Quieres cenar?
-Bueno… Posiblemente así se te abra otro tipo de apetito. ¿Qué hay de cena?
-Nada, ¿dónde me invitas?
-Sigues teniendo la misma cara que antes… Vamos, anda.
La llevó a cenar a un restaurante lujoso, de esos en los que los nombres de los platos son ininteligibles, las raciones mínimas, y los precios excesivos; suerte que él era un “caballero” e invitase.
“Sabía que no me haría falta cocinar… Que simples son los hombres.”
Después de la cena se pasaron por un pub y tomaron un par de copas hasta que él dijo que era demasiado tarde y que su mujer iba a sospechar.
-¿No quieres volver a mi casa?

martes, 13 de septiembre de 2011

Balcón, parte 1

Y al entrar y cerrar tras de sí la puerta de su casa le aterraron las dudas. ¿Seré capaz? ¿Vendrá? ¿Podré conseguirlo?
No paraba de preguntarse si lo que rondaba su cabeza eran solo unas hipótesis imposibles, o se convertirían finalmente en realidad. Había estado preparando ese momento durante tanto tiempo, que con sólo cerrar los ojos lo veía reflejado en sus párpados cómo si se tratase de una película reflejada en una pantalla de cine. Su casa no era grande, y en una misma estancia se unían la cocina, el dormitorio y el salón. Lo único reseñable era el pequeño balcón con vistas al mar en el que tenía una mesa y un par de sillas rodeadas de flores de todos los colores. No era la casa de sus sueños, y tampoco estaba orgullosa de la manera en que había conseguido pagarla, pero al menos podía pensar que ninguna hipoteca la llevaría a la quiebra. Había preparado su gran momento para esa noche y a medida que se acercaba la hora prevista, mientras se arreglaba se sentía más segura de lo que iba a hacer. Sonreía sentada frente al espejo pintándose los labios. Sus ojos tenían un tono azul tan intenso que cualquiera que los mirase quedaría totalmente embrujado, y sabía exactamente cómo utilizar sus armas para conseguir a cualquier hombre que le interesase. Recogió su melena en un moño mientras se miraba desnuda en el espejo. Los nervios se disipaban cuando se dirigía hacia el vestido negro que se iba a poner. Estaba absolutamente radiante, nada podría con ella esa noche; nada ni nadie.
Preparó la mesa del balcón con un par de platos y dos vasos de whisky. No puso mantel, no le haría falta, no pensaba cenar a pesar de haber colocado los platos, y puso un CD de rock para relajarse antes de que llegara su cita. Bailó mientras repasaba una y otra vez en su cabeza lo que iba a hacer unos minutos después, y esperó a que sonara el timbre. Entonces cambió de disco y puso uno de música chill out que le habían regalado, que aunque no le gustaba nada, daba un toque relajado al ambiente, y eso le vendría bien.
Entró por la puerta un hombre alto, atractivo, que tendría unos 10 años más que ella. Le saludó con un beso, y mientras cerraba la puerta se deleitó a sí misma con una mueca de asco y una sonrisa que no daría a entender ninguna buena intención.